El desarrollo del internet de las cosas (IoT) ha significado un gran avance para ya conocido como revolución industrial 4.0. Combinada con el Big Data, esta tecnología ofrece una amplia variedad de aplicaciones para empresas y startups que sepan cómo aprovecharla. Dada su relevancia, te hablaremos sobre sus aspectos más resaltantes.
La definición simple del internet de las cosas indica que se trata de una tecnología que se apoya en el wi-fi, bluetooth o radiofrecuencia para interconectar diferentes objetos comunes entre sí. El propósito del IoT no es otro que crear redes de dispositivos o cosas que se comunican con las personas, programas y máquinas, generando una gran cantidad de información relevante z mejorando la calidad de vida.
El conocido internet of things también ha introducido el concepto de hiperconectividad, que se caracteriza por un enorme tráfico de datos. Este intercambio constante entre objetos y equipos tiene múltiples aplicaciones en el mundo actual. Para muchas empresas, startups y otros negocios, ha significado mayor eficiencia, productividad y el avance de la revolución industrial 4.0.
Entendiendo que el internet de las cosas es una red de dispositivos inteligentes, su funcionamiento depende de la vinculación entre los objetos y el sistema que permite la comunicación entre ellos. Lograr que la información fluya entre equipos, personas y redes en ambas direcciones, es un proceso definido por diferentes complejidades informáticas.
Una forma de entender mejor cómo funciona, lo podemos ilustrar mediante sus características principales:
En el contexto de la industria 4.0, la IoT ha significado una evolución de los sistemas M2M, hacia una comunicación más detallada con las personas. A medida que se posibilite la conexión de más equipos, los niveles de eficiencia serán mejores, lo que también redunda en menos costes y mayor productividad.
Muchas empresas están dispuestas a invertir en esta tecnología debido a sus diferentes beneficios directos, como:
Entre los riesgos que supone la implementación del internet de las cosas, hay varios factores a considerar:
Dada la proliferación de dispositivos que traerá el IoT, las empresas deben estar alerta para identificar cuáles están conectados a su red. El no saber con exactitud cuántos son y qué pueden hacer representa un riesgo de seguridad. Para ello, se puede emplear análisis de protocolos, escaneos y otras herramientas.
Una vez que se tenga conocimiento de los dispositivos conectados a la red, estos deben ser aprobados y registrados para la evaluación de riesgos. Además de incluirlos en las pruebas de penetración, las organizaciones deben saber manejar el robo, pérdida y desconexión de estos aparatos para evitar situaciones comprometedoras.
Por definición, cada dispositivo IoT dispone de un identificador que facilita las labores de autorización y autenticación. El problema está en la gestión de miles de estos equipos conectados a la red empresarial. Por eso, es importante establecer lo que hacen y cómo acceden al sistema para evitar su vulneración.
El resguardo adecuado puede requerir el privilegio mínimo, para que los dispositivos operen bajo condiciones básicas para hacer su trabajo. Esto se complementa con la actualización de contraseñas que viene de fábrica y la autenticación de 2, 3 o 4 factores. Además, los certificados digitales PKI también son de utilidad.
La vulnerabilidad dentro del internet de las cosas puede ser amplia, ya que hay sensores que no cuentan con la capacidad para un cifrado mínimo. Si no poseen un algoritmo de alta seguridad en función de sus limitaciones, los hackers pueden manipularlos con mayor facilidad, extraer información relevante o convertirlos en botnets para sabotear sistemas.
El cifrado representa una acción clave para proteger los datos tanto en tránsito como en reposo entre usuarios, máquinas, empresas y más. Su labor consiste en aumentar el grado de confianza entre quienes la utilizan, sobre todo cuando hay información confidencial o datos sensibles de por medio.
Quizás el mayor riesgo del IoT tenga que ver con los ataques DDoS, la debilidad de las contraseñas y los problemas de encriptación. El aumento de la adopción de esta tecnología ha puesto en el punto de mira estos problemas de seguridad para usuarios y empresas. Basta mencionar el malware Mirai, basado en una botnet que afectó a sitios como Netflix, Amazon, Twitter, entre otros.
Como se estima que para este año habrá 10 mil millones de dispositivos conectados, existe una preocupación real en términos de seguridad. Esto se debe a que la gestión de datos que produce el Internet of things contiene información muy valiosa para las empresas sobre los consumidores. Los riesgos podrían disminuir al atender el cifrado en el uso de la nube.
Algunos especialistas señalan que tal nivel de hiperconexión y comunicación requiere medidas excepcionales, porque se puede prestar a la manipulación política y el control social. Esto también ha generado la percepción de que el Big Data y el data mining son incompatibles con la privacidad, ya que representan una invasión a las actividades cotidianas.
Entre los ejemplos famosos, están los datos vendidos de 50 millones de personas a la empresa Cambridge Analityca y las grabaciones de conversaciones hechas por Alexa, el famoso asistente de Amazon. Esta perspectiva sobre la IoT requiere del apoyo público y el establecimiento de fines claros para que las personas no resulten afectadas.
No hay duda de que el internet de las cosas representa el futuro de la economía digital para muchas empresas y startups que buscan transformar su modelo de negocios. Ya que la IoT es parte fundamental de la industria 4.0, nos parece importante conocer sus orígenes.
La aparición del internet of things puede remontarse al año 1990, cuando Simon Hacket y John Romkey fueron los encargados de crear la primera tostadora conectada a la red. Esto significó que dicho electrodoméstico podía ser accionado y configurado desde cualquier ordenador que tuviese acceso al programa para este objeto.
Tendrían que pasar 9 años para que el ingeniero Bill Joy introdujera los conceptos básicos que se le atribuyen al internet de las cosas. Este personaje vio el potencial de la interconexión entre dispositivos y destacó la importancia de las múltiples situaciones en que la automatización de objetos podría ser de gran ayuda para la vida cotidiana.
A este reconocimiento de la posibilidad de interconexión, le siguió el artículo de Kevin Ashton (2009), donde aparece el término internet de las cosas. En este escrito, este investigador de sensores y RFID habla sobre la gran funcionalidad que podrían aportar los dispositivos u objetos conectados. Desarrolló la idea de conocer la cantidad de cosas, su ubicación, su estado y la transmisión de información sobre los entornos.
Podemos decir que el IoT se encuentra en una etapa temprana de desarrollo porque aún existen limitaciones para su implementación a gran escala. Una de las razones es el protocolo IPv4, que no permite una conexión mucho más amplia de cosas. No obstante, se está transicionando al IPv6, el cual facilita una red casi ilimitada de objetos y puede detectar de forma casi instantánea cualquier dispositivo mediante un código.
Está claro que a medida que los avances ocurran de manera más rápida, las aplicaciones para el internet de las cosas seguirán creciendo. Circuitos más pequeños, redes más veloces, mayor desarrollo de tecnologías y otros factores harán que esta innovación tecnológica sea el estándar del futuro. Por ahora, quizás falten unos 10 años para ver todo el potencial descrito en las investigaciones teóricas.
La IoT cuenta con una extensa variedad de aplicaciones que pueden ser trasladadas a los ámbitos fundamentales de nuestras vidas. Los usos de esta tecnología han sido clasificados en 3 ramas principales:
Mediante dispositivos inteligentes con capacidades limitadas de memoria y CPU, la recolección de información está presente en entornos naturales y artificiales.
Como muestra del alcance de estos sistemas, veremos algunos ejemplos que ya están incidiendo sobre nuestra realidad:
Los dispositivos IoT tienen diversas aplicaciones médicas, empezando por el monitoreo de signos vitales, el rastreo a distancia de pacientes y las alarmas de emergencia. También existen sensores especiales para vigilar el estado de salud y las condiciones de bienestar en las personas mayores.
En la actualidad, los centros de salud están empezando a incorporar las llamadas “smart beds” (camas inteligentes”, que detectan si la persona quiere pararse o el grado de ocupación del hospital. Este mobiliario puede ser configurado para dar soporte vital sin la necesidad del personal.
En el ámbito del retail, el internet de las cosas y está teniendo una intervención importante en la mejora de procesos. Las tiendas cuentan con dispositivos RFID para la trazabilidad de la mercancía y controlar la cadena de suministros. También disponen de tecnología NFC para pagos automatizados y otros sistemas para el manejo de compras y ventas digitalizadas.
En las empresas más grandes, estamos presenciado lo que se conoce como smart supply chain, que ofrece datos en tiempo real sobre demanda, oferta, envíos, rastreo de entregas e incidencias. Asimismo, las corporaciones pueden tener una infraestructura inteligente que contribuye al bienestar del personal, al ahorro de energía y la autosustentabilidad.
Es lógico que la IoT promueva una experiencia más conectada, personalizada y conveniente para turistas o viajeros. Lo estamos viendo con las maletas inteligentes que incluyen sensores para saber su peso, el contenido y ubicación mediante GPS. Muchas marcas están apostando por ofrecer equipaje controlado por apps para este propósito.
Esto también se ve en la habilitación de llaves digitales que son enviadas a los huéspedes para que usen el auto check-in. Además, los hoteles empiezan a incorporar ambientes domotizados que sirven para regular el clima y gestionar la iluminación. Esto se combina guías personalizados que sugieren actividades y recorridos de acuerdo a los gustos del viajero.
En cuanto a edificaciones e infraestructura general, el internet de las cosas sirve para llevar un seguimiento detallado de cada construcción. Estos dispositivos pueden ser implementados para monitorear la alteración de las condiciones estructurales que puedan significar una posible amenaza.
Por otro lado, sirven para una planeación más eficiente del mantenimiento y la coordinación con diferentes proveedores de servicios. Durante la edificación, esta tecnología puede asistir a los arquitectos en la gestión de incidentes, coordinación de situaciones de emergencia, costes de operación, manejo de desperdicios y más.
En entornos industriales, tenemos lo que se conoce como IIoT (Industrial Internet of Things). Esta subcategoría hace referencia a la implantación de sensores en contextos de fabricación para recaudar información crucial para la toma de decisiones comerciales.
A diferencia de la IoT que ya conocemos, esta modalidad ha sido diseñada específicamente para operar en instalaciones cerradas o semi-cerradas. Su propósito es mejorar la inteligencia interna, como detectar situaciones peligrosas, fallas de equipos, rendimiento de maquinaria, condiciones ambientales y procurar el mantenimiento preventivo.
En lo que respecta a la cadena logística, la IoT tiene un impacto crítico en la comunicación, gestión de datos y control de los sistemas de transporte. Puede aplicarse para el manejo de flota, localización de la carga, vigilancia del estado de los productos durante el traslado y la activación de alarmas cuando haya incidentes como robos, daños, averías, etc.
La incorporación de esta tecnología incide sobre vehículos, conductores y la infraestructura que soporta el transporte. La interacción dinámica de los equipos inteligentes conlleva a la asistencia en ruta, control del tráfico, comunicación intravehicular, estacionamiento smart, cobro digital de peajes y mayor seguridad.
La implementación de la IoT e IIoT no tiene vuelta atrás dentro de la industria 4.0, por lo cual veremos cambios sustanciales por su influencia. Las estimaciones conservadoras hablan de que para el 2025 el mundo contará con 21 mil millones de dispositivos inteligentes. Esto también implica que muchos consumidores tendrán aparatos en el hogar para aprovechar esta tecnología.
De igual forma, la tendencia al desarrollo de ciudades smart tendrá un mayor impacto en cómo se utiliza el internet de las cosas para la convivencia cotidiana. Las sociedades tendrán una capacidad mucho mayor para ejercer labores de vigilancia, monitoreo, gestión de datos, manejo remoto y recopilar cualquier cantidad de información sobre sus ciudadanos y visitantes.
La implementación de la IoT en diferentes ámbitos no podría ser posible sin la ayuda del Big Data. Esta tecnología de recopilación, procesamiento y análisis de información es lo que posibilita que empresas, startups y otros actores de la industria, tengan la capacidad para extraer conocimientos valiosos del internet de las cosas.
¿Qué nos depara el futuro? A medida que estas tecnologías vayan madurando, estaremos ante un mundo hiperconectado donde cantidades masivas de información se procesan en segundos. Esto contribuirá a crear ciudades más inteligentes, servicios automatizados con mayor autonomía, experiencias de consumo más personalizadas y negocios con mayor eficiencia y productividad.
De acuerdo a un estudio de Microsoft, se prevé que para el 2021 el 94% de las empresas ya habrán adoptado el internet de la cosas porque se ha convertido en una tecnología intrínseca de la revolución industrial 4.0 y su próxima versión. Es una tendencia que no muestra retroceso y cuyos cambios replantearán nuevos paradigmas económicos y sociales.
En definitiva, podemos estimar que un futuro más conectado está más cerca de lo que pensamos gracias a la IoT, IIoT, Big Data y otras innovaciones tecnológicas. En una economía digital que busca mayores niveles de eficiencia y productividad, es una solución que puede generar aplicaciones a medida para cualquier negocio.
Mientras los gobiernos, las sociedades y las empresas sepan cómo resolver sus desafíos, podemos ser testigos de transformaciones sin precedentes. Pensando en que esta tecnología tiene la capacidad de acortar las distancias en el acceso a innovaciones, quizás pueda contribuir a un mundo con más oportunidades para países en desarrollo.